Eidy y Kelly, 'la voz' no oficial de los afrocolombianos, dan a conocer la medida con música.
En 1993, el año en que se promulgó la Ley 70 -que es la ley de las comunidades negras en Colombia-, nacieron dos morochas cimbreantes: Eidy Dayanna Estacio y Kelly Angulo.
Su cuna: dos raquíticos barrios del puerto de Buenaventura. Su historia: la pobreza y no mucho más. Su sueño: la música.
Sin quererlo, se acaban de convertir en la voz 'no oficial' de los afrocolombianos siglo XXI gracias a que, además de tener la misma edad de la ley que protege la identidad de su raza, también son las vocalistas de Son Cimarrón, una aguerrida agrupación de 20 jóvenes que acaba de lanzar el álbum 'El encanto de la ley 70'.
Su cuna: dos raquíticos barrios del puerto de Buenaventura. Su historia: la pobreza y no mucho más. Su sueño: la música.
Sin quererlo, se acaban de convertir en la voz 'no oficial' de los afrocolombianos siglo XXI gracias a que, además de tener la misma edad de la ley que protege la identidad de su raza, también son las vocalistas de Son Cimarrón, una aguerrida agrupación de 20 jóvenes que acaba de lanzar el álbum 'El encanto de la ley 70'.
¿Y de qué se trata este trabajo? Es un valiente y sugestivo proyecto musical que en 10 canciones pretende difundir el espíritu liberatorio de esa voz que hace 17 años se transformó en Ley.
Un álbum muy particular que, a golpes de currulao, mazurca, juga, jazz y rap, vio la luz el pasado 10 de octubre en un concierto titulado 'Encuentro PaZífico', celebrado en la playa El Bajito, en la negra ciudad de Tumaco.
Así, con toda la responsabilidad del caso, Eidy y Kelly se enfrentaron por segunda vez en su vida a un público multitudinario -la primera vez fue en el pasado festival de Petronio Martínez-. Y así, de la misma manera, sus voces sabrosas, pero inexpertas, entonaron las canciones que buscan llegar al tuétano del joven mulato colombiano: 'Identidad', 'Negra es mi tierra', 'Mi territorio', entre otras...
"Ahora sí soy una negra feliz -declara Eidy-. Cantar ha sido la manera de corregir mi realidad", alega Kelly. ¿Acaso alcanzaron su sueño? Parece que sí. Un par de años atrás, ambas estaban muy lejos de sentir así.
Son Cimarrón
Todo este proceso socio-musical, que con pinta de álbum se lanzó hace tan solo un par de semanas atrás y que tiene en Eidy y Kelly a los rostros visibles de esa juventud arrinconada, comenzó hace poco menos de tres años.
Una buena tarde de junio del 2007, la profesora de música Mónica María Correa -por entonces una simple maestra manizaleña recién aterrizada en la Casa de la Cultura de Buenaventura- vio cómo un par de morochos, no mayores de 15 años, le pegaban con rabia, pasión y evidente sentido rítmico a un par de tambores, en el desfile fúnebre de uno de sus hermanos asesinados.
Fue así como decidió, por cuenta propia, identificar a todos y cada uno de esos 'oídos' silvestres que pululan en la zona de Buenaventura. En menos de nueve meses, ya tenía reclutados a decenas jóvenes del puerto, así como a varios muchachos de las cuencas de los ríos Anchicayá, Raposo, Yurumanguí, Dagua, Naya, Calima y Cajambre, más los talentos de las zonas costeras de Málaga y Ladrilleros.
Como por arte de magia, la profe Correa sacó de su sombrero una coral de casi 100 muchachos que, a punta de ilusión, terminaron por fundar la banda Son Cimarrón, nombre que hace alusión a la legendaria expresión libertaria y -¿por qué no?- al sabor silvestre del cimarrón, ese cilantro poderoso del Pacífico.
En medio de este proceso, la decidida directora -quien por entonces ya se había convertido en eso que en este país se llama una 'gestora social'-, dio con estas dos adolescentes cuyas historias son parecidas, pero, en la práctica, algo distintas.
A Eidy Dayanna Estacio la encontró en el barrio Lleras, el más conflictivo de Buenaventura: "Por cuenta de un severo cuadro de desnutrición, me topé con una niña azotada por serios problemas en la piel. Cuando le oí su voz, tímida y débil, entendí que esa sería su tabla de salvación, ya que era evidente su problema de autoestima. Luego, despacito, empezó a sacar su talento".
Eidy es la tercera de cuatro hijas de una lavandera que también canta. Hasta hace dos años era una adolescente flaca, desaliñada y despreciada. Su estado era tan crítico -con aventajados hongos en su piel-, que el día que le hicieron la audición para la banda las moscas revoloteaban por su cabeza.
Una vez entró a hacer parte de Son Cimarrón, su historia y su autopercepción crecieron radicalmente. "A mí me decían: 'Quítese de aquí, negra'. Ahora, la mayoría de los pelaos de mi barrio me admiran y hasta tengo un novio de 25 años", cuenta Eidy.
El caso de Kelly Angulo tiene otros matices: la cuarta hija de una camada de seis ha vivido profundamente orgullosa de su raza desde aquel día en que, muy niña, en el río Dagua, le dijo a su mamá: "¿Y yo por qué nací negra?", a lo que su vieja contestó: "Si no te gusta, cámbiate de piel, fácil".
Desde entonces, y hasta el día de hoy, Kelly es una joven altiva que brilla por su larga sonrisa. Fue la última en ingresar al grupo y, aún hoy, es una de las más interesadas en capacitarse tanto en lo musical como en lo académico. "En el barrio, yo soy quien les enseña a todos de qué se trata ser negro", asegura.
Unidas por el golpe de un sonido que va del currulao al rap, Eidy y Kelly se han convertido en amigas inseparables. La profe Correa redondea: "Sus lazos son tan fuertes que ya se tratan de 'comadres', que es la palabra mayor por estas tierras".
El 11 de diciembre del 2008, Son Cimarrón cantó por primera vez una canción a la Ley 70 en la plazoleta de la Alcaldía de Buenaventura. Así comenzó a pulirse un proyecto al que se subieron músicos de la región de la talla de Hugo Candelario, Jairo Polo y Cenén Hurtado, y compositores como Natividad Urrutia y Carlos Colorado.
Hoy, la banda cuenta con extraordinarios talentos jóvenes -todos para tener muy en cuenta-, como lo son Diego Ferney Gómez (marimba), Felipe Lemos (bajo), Iván Angulo (clarinete), Geiler Torres (voz) y Cristian Díaz (voz), entre otros.
"Lo más chévere de esta historia es que todos los ejemplares de 'El encanto de la Ley 70' saldrán gratis y podrán ser escuchados e intercambiados por quienes quieran conocer y divulgar este grito de libertad", aclara Juan Daniel Correa, productor ejecutivo del proyecto.
Ahora viene la parte de distribución, pero no hay plata... nada nuevo. Por ahora, "lo único que importa -declara Eidy- es que con este trabajo volvemos a poner en alto la belleza de nuestra raza".
Y Kelly no se queda atrás: "Ya van a ver cuándo todos nosotros valoremos lo que significa ser negro en Colombia".
Un álbum muy particular que, a golpes de currulao, mazurca, juga, jazz y rap, vio la luz el pasado 10 de octubre en un concierto titulado 'Encuentro PaZífico', celebrado en la playa El Bajito, en la negra ciudad de Tumaco.
Así, con toda la responsabilidad del caso, Eidy y Kelly se enfrentaron por segunda vez en su vida a un público multitudinario -la primera vez fue en el pasado festival de Petronio Martínez-. Y así, de la misma manera, sus voces sabrosas, pero inexpertas, entonaron las canciones que buscan llegar al tuétano del joven mulato colombiano: 'Identidad', 'Negra es mi tierra', 'Mi territorio', entre otras...
"Ahora sí soy una negra feliz -declara Eidy-. Cantar ha sido la manera de corregir mi realidad", alega Kelly. ¿Acaso alcanzaron su sueño? Parece que sí. Un par de años atrás, ambas estaban muy lejos de sentir así.
Son Cimarrón
Todo este proceso socio-musical, que con pinta de álbum se lanzó hace tan solo un par de semanas atrás y que tiene en Eidy y Kelly a los rostros visibles de esa juventud arrinconada, comenzó hace poco menos de tres años.
Una buena tarde de junio del 2007, la profesora de música Mónica María Correa -por entonces una simple maestra manizaleña recién aterrizada en la Casa de la Cultura de Buenaventura- vio cómo un par de morochos, no mayores de 15 años, le pegaban con rabia, pasión y evidente sentido rítmico a un par de tambores, en el desfile fúnebre de uno de sus hermanos asesinados.
Fue así como decidió, por cuenta propia, identificar a todos y cada uno de esos 'oídos' silvestres que pululan en la zona de Buenaventura. En menos de nueve meses, ya tenía reclutados a decenas jóvenes del puerto, así como a varios muchachos de las cuencas de los ríos Anchicayá, Raposo, Yurumanguí, Dagua, Naya, Calima y Cajambre, más los talentos de las zonas costeras de Málaga y Ladrilleros.
Como por arte de magia, la profe Correa sacó de su sombrero una coral de casi 100 muchachos que, a punta de ilusión, terminaron por fundar la banda Son Cimarrón, nombre que hace alusión a la legendaria expresión libertaria y -¿por qué no?- al sabor silvestre del cimarrón, ese cilantro poderoso del Pacífico.
En medio de este proceso, la decidida directora -quien por entonces ya se había convertido en eso que en este país se llama una 'gestora social'-, dio con estas dos adolescentes cuyas historias son parecidas, pero, en la práctica, algo distintas.
A Eidy Dayanna Estacio la encontró en el barrio Lleras, el más conflictivo de Buenaventura: "Por cuenta de un severo cuadro de desnutrición, me topé con una niña azotada por serios problemas en la piel. Cuando le oí su voz, tímida y débil, entendí que esa sería su tabla de salvación, ya que era evidente su problema de autoestima. Luego, despacito, empezó a sacar su talento".
Eidy es la tercera de cuatro hijas de una lavandera que también canta. Hasta hace dos años era una adolescente flaca, desaliñada y despreciada. Su estado era tan crítico -con aventajados hongos en su piel-, que el día que le hicieron la audición para la banda las moscas revoloteaban por su cabeza.
Una vez entró a hacer parte de Son Cimarrón, su historia y su autopercepción crecieron radicalmente. "A mí me decían: 'Quítese de aquí, negra'. Ahora, la mayoría de los pelaos de mi barrio me admiran y hasta tengo un novio de 25 años", cuenta Eidy.
El caso de Kelly Angulo tiene otros matices: la cuarta hija de una camada de seis ha vivido profundamente orgullosa de su raza desde aquel día en que, muy niña, en el río Dagua, le dijo a su mamá: "¿Y yo por qué nací negra?", a lo que su vieja contestó: "Si no te gusta, cámbiate de piel, fácil".
Desde entonces, y hasta el día de hoy, Kelly es una joven altiva que brilla por su larga sonrisa. Fue la última en ingresar al grupo y, aún hoy, es una de las más interesadas en capacitarse tanto en lo musical como en lo académico. "En el barrio, yo soy quien les enseña a todos de qué se trata ser negro", asegura.
Unidas por el golpe de un sonido que va del currulao al rap, Eidy y Kelly se han convertido en amigas inseparables. La profe Correa redondea: "Sus lazos son tan fuertes que ya se tratan de 'comadres', que es la palabra mayor por estas tierras".
El 11 de diciembre del 2008, Son Cimarrón cantó por primera vez una canción a la Ley 70 en la plazoleta de la Alcaldía de Buenaventura. Así comenzó a pulirse un proyecto al que se subieron músicos de la región de la talla de Hugo Candelario, Jairo Polo y Cenén Hurtado, y compositores como Natividad Urrutia y Carlos Colorado.
Hoy, la banda cuenta con extraordinarios talentos jóvenes -todos para tener muy en cuenta-, como lo son Diego Ferney Gómez (marimba), Felipe Lemos (bajo), Iván Angulo (clarinete), Geiler Torres (voz) y Cristian Díaz (voz), entre otros.
"Lo más chévere de esta historia es que todos los ejemplares de 'El encanto de la Ley 70' saldrán gratis y podrán ser escuchados e intercambiados por quienes quieran conocer y divulgar este grito de libertad", aclara Juan Daniel Correa, productor ejecutivo del proyecto.
Ahora viene la parte de distribución, pero no hay plata... nada nuevo. Por ahora, "lo único que importa -declara Eidy- es que con este trabajo volvemos a poner en alto la belleza de nuestra raza".
Y Kelly no se queda atrás: "Ya van a ver cuándo todos nosotros valoremos lo que significa ser negro en Colombia".
F eltiempo.com
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