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El trayecto inicia con Pierre, un turista francés de 25 años que chapucea el español. Es alto y desaliñado y se confiesa mochilero desde que era adolescente
Hace dos días llegó a Trujillo, en el norte de Perú, sin muchas pretensiones. No es su primera vez en este país. En el 2008 viajó de Lima hasta la ciudad de Cuzco y cruzó por el Valle Sagrado hasta llegar al lugar donde los dioses incas se convirtieron en montañas: Machu Picchu.
Descrestado con esa experiencia, creyó que ya lo había visto todo y que no valdría la pena regresar al país. Así, sin mayores expectativas, se embarcó en este viaje porque no tenía más planes. Al igual que sus amigos, con quienes comparte la pasión de devorar mundos, estaba de vacaciones.
Pierre camina descalzo, con sus tenis en las manos, sobre las arenas húmedas y morenas de Huancayo, en la costa peruana. Está en una de las playas más famosas de la región, a 15 minutos del centro de Trujillo, en el departamento de La Libertad. Y es allí donde el francés admite que este lugar, que nunca soñó visitar, le está brindando un universo fascinante.
En pocos minutos se probará como surfista en las aguas frías del Pacífico. Tiene aún cuatro días para recorrer esta zona donde el visitante puede disfrutar de playas repletas de surfistas de todo el mundo, que se deslizan por entre largas e imponentes olas, y de legendarios monumentos arqueológicos.
La magia de Chan ChanEl perro, a simple vista, es feo. Se llama 'Tobby'. Es negro y la falta de pelo en su cuerpo atléticamente marcado lo hace ver impresionante y poco agraciado. El milenario perro peruano -viringo- está parado en la entrada de la ciudadela de Chan Chan y más bien parece una escultura egipcia.
'Tobby' es uno de los principales atractivos de esta ciudadela de 14 kilómetros y santuario del pueblo chimú, una civilización preinca que habitó la zona entre los siglos IX y XV después de Cristo. 'Tobby' acompaña el recorrido como un silente guía turístico: no ladra.
En el complejo hay templos, figuras de barro, piedra y conchas de mar con las deidades chimúes, y laberintos por donde silba el viento que viene del Pacífico. El sitio, cargado de misticismo y energía ancestral, está custodiado por una robusta muralla, por donde 'Tobby' se mueve como amo y señor.
A 15 minutos del lugar aparece una montaña de piedra que se levanta entre el desierto gris, y que contrasta con el azul oceánico del cielo. Es la Huaca de la Luna, una construcción de adobe que sirvió de centro ceremonial de la cultura moche o mochica. Una caminata por el lugar, apreciando murales coloridos y los restos de prisioneros mochicas sacrificados que parecen brotar del suelo, y regresamos a la ciudad.
Se dice que de Perú esta es la 'ciudad de la eterna primavera'. Y tienen razón: el clima es amigable y siempre un cielo azulado lo cubre todo. La ciudad, de arquitectura colonial -donde predomina el color amarillo- tiene una plaza de armas considerada la más grande del país.
En el centro se levanta un monumento que parece la versión trujillana de La Estatua de la Libertad de Nueva York. El sector está bordeado por iglesias monumentales y por restaurantes donde se puede probar el plato local por excelencia, el chambar (sopa espesa a base de fríjoles y cerdo) o delicias típicamente peruanas, como el lomo saltado o el cebiche.
En las afueras del Museo de Arqueología, donde se puede dar un paseo por la historia peruana, me topo de nuevo con Pierre, el francés. "Perú es mucho más que Machu Picchu", dice complacido.
JOSÉ ALBERTO MOJICA P.ENVIADO ESPECIAL DE EL TIEMPO*TRUJILLO (PERÚ)*AGRADECIMIENTOS A LAN
F eltiempo.com/viajes/peru/recorrido-por-el-norte-de-peru_7830628-1
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